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JUSTICIA PARA LAS VÍCTIMAS DE LA DICTADURA Y DE HOY, POR OBEDIENCIA AL PADRE, A JESÚS Y AL PUEBLO

Predicación a partir del Evangelio de Juan 12, 20-33

Por Rodolfo Viano*

Rodolfo compartiendo la reflexión ante la mirada atenta de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, quien acompañó la celebración litúrgica.

Nos acercamos al “Día nacional de la memoria”, estamos a una semana de que, quienes militamos en el campo nacional y popular, necesitamos salir a las calles de Argentina, para hacer presente el “Nunca Más” a la Dictadura empresarial, militar y eclesiástica, para hacer presente a las y los 30.000 y a sus ideales. Cada 24 de marzo coincide también, días más días menos, en nuestras iglesias, con la memoria de Jesús en su Semana Santa, cuando la traición, la tortura, el asesinato no pudieron hacer desaparecer por completo a este ser humano e hijo de Dios que es el prototipo de cada una y de cada uno de las y los 30.000, hayan creído en Dios o no.

Las palabras que la comunidad de Juan le atribuye a Jesús se refieren al final de su ministerio público, Jesús anuncia que concluirá su misión, ha llegado la Hora en que será glorificado.

“Ser glorificado” tiene que ver con “gloria”, palabra muy usada en nuestros cultos … de no fácil definición. Yo prefiero asociarla, desde mi experiencia de fe, no tanto con lo que le deberíamos rendir a Dios, “darle gloria”, con no poca alienación y falta de compromiso histórico, sino con el triunfo contundente de Dios, y de la humanidad y del cosmos, que se avecina hacia el final de la historia. “Ser glorificado” no es elogio que alimenta la soberbia, es un humilde poner de manifiesto, hacer contundente, completar, la misión de Jesús, que consistió, consiste y consistirá en “amar hasta el extremo” a todas las generaciones, pasadas, presentes y futuras de todos los pueblos de la tierra. Un amor hasta el extremo de “caer en tierra y morir” como semilla de trigo, de una vez por todas, encaminado decidida y libremente, en obediencia, en sintonía, en la misma frecuencia e intensidad al amor de su Padre, y nuestro Padre, no solo de los que creen sino de alcance, de abrazo, universal.

Y Jesús está aquí apelando a cada ser humano con la imagen de la semilla de trigo, no para que se corte solo, no para guardarse, sino para entregarse a la tierra como Él, nuestro Dios nunca distante sino encarnado en la historia. Un Jesús obediente, que escucha fielmente y por eso hace, realiza, el sueño del Padre: abrir camino a la humanidad, no para guardarse en la egoísta soledad del salvarse solo, sino para “dar mucho fruto”, para darse a la causa del bien común, de la salvación, redención, liberación colectiva. Por este camino fueron los y las 30.000, desapegadas de codicias personales, de proyectos egoístas, tan desapegados que pusieron en juego hasta su vida por el ideal de liberar a nuestros pueblos de la servidumbre capitalista que embrutece y deshumaniza.

Por eso, estas palabras se refieren a ellas y ellos: “quien quiera servirme …” dice aquí Jesús. Ellas y ellos sirvieron, siguieron, a Jesús, donde estuvo Él, en la persecución, en la tortura, en la “cruz de los vuelos de la muerte”, en la “cruz de los fusilamientos” … honradas y honrados por el Padre, aunque sectores de nuestras iglesias prefieran ignorarles, darles vuelta la cara y desacreditar su causa, degradándola, al justificar sus desapariciones y muertes con el “por algo será”, “en qué andarían metidos?”

Jesús, incluso turbado, afrontó la amorosa y extremada responsabilidad de su Hora, también ellas y ellos la afrontaron. Enseguida  las Madres afrontaron la suya, que fue abriendo marcha tras marcha, y con nuestros conscriptos en Malvinas, la Hora de la Democracia. Y más Horas, las de los Juicios de Lesa Humanidad, que echaron fuera a la obediencia debida y al punto final … otras Horas están pendientes, empezaron a cumplirse parcialmente, Horas de echar fuera al FMI, Horas del empate del salario al capital en nuestro PBI, Horas de movilidad social ascendente. Pero el “príncipe de este mundo” vuelve como las serpientes con que sueña Silvio Rodríguez. Como “padre de la mentira” – así también lo llama Jesús con fuertes resonancias para nuestro presente y nuestra historia reciente – opera desde el poder judicial y desde el mediático, y también desde el poder democrático formal, engolosinado irracionalmente con su compleja “legitimidad de origen”.

Me pregunto y les invito a preguntarse ¿cuál es nuestra amorosa y extremada Hora hoy?

Sin apresurarnos a responder … ¿qué no estoy haciendo bien en mi misión de arrojar fuera al “príncipe de este mundo”?

Reconociéndonos limitados y necesitados de discernir, de escuchar, de analizar con otros y otras … ¿qué autocrítica debo hacerme, qué crítica de otras personas y grupos debo aceptar humildemente, para que a partir de allí pueda unirme a otros en la resistencia a Milei y en la búsqueda de la mejor salida política posible?

No sin defectos, como nada humano está exento, los y las 30.000, intentaron dejarnos un ideal revolucionario, encaminado a la “unidad en la diversidad”, atento, muy atento, a la “contradicción principal”, sin perderse en las “contradicciones secundarias”, un ideal revolucionario de “poder obedencial” al pueblo y a sus legítimos y arrasados intereses.

¿Cuál es mi Hora, nuestra Hora impostergable hoy? Ante el grave riesgo de, o mezquinar mi compromiso, mi responsabilidad histórica, o de obstaculizar el compromiso, la responsabilidad histórica de los demás.

Hacia el final de este Evangelio, la multitud escuchó una “voz del cielo”, sí, una voz, no fuerzas del cielo brutas e inhumanas. Una voz que no comprendían, unos la confundieron con un trueno, otros con un ángel que alentaba a Jesús. Y Jesús, pacientemente, como a nosotras y nosotros hoy, nos declara destinatarios de esa voz. Es la voz de un Dios que, en medio de una Hora oscura, confusa, de fracaso y muerte, nos propone confiar en que esa misma Hora será luminosa y de resurrección, en la medida en que nos dejemos atraer por un Jesús, valiente, sereno, para quien todas y todos son motivo de su atracción, nadie de su indiferencia ni exclusión.

A 48 años de aquella Dictadura, quizá esos griegos que querían ver a Jesús, al comienzo de este Evangelio, cuya presencia se perdió en el resto del texto, sean las personas que se van agregando, incorporando al movimiento de Memoria, Verdad y Justicia … por ejemplo hace un tiempo fueron las y los compañeros de “historias desobedientes”, hoy urge que sean las nuevas generaciones que no vivieron la Dictadura, que son hijas de la insatisfacción democrática, testigos de una democracia de cada vez más baja intensidad, a las que debemos buscar, convocar, hacer lugar, para darles la palabra, y para discernir juntos los signos de los tiempos, en medio de los dos demonios, en medio del negacionismo gobernante.

*Sacerdote católico franciscano perteneciente al grupo de Curas en Opción por los Pobres (OPP). Este mensaje fue compartido por Rodolfo en la Liturgia Ecuménica por la Memoria, la Verdad y la Justicia que se llevó adelante en la Iglesia Anabautista Menonita de Buenos Aires.

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