ArtículosRecursos

Navidad, genealogía, deconstrucción y esperanza.

Por Natalia Morbelli*

Cuando pienso en la navidad lo primero que viene a mi mente es la genealogía de Jesús, así comienza el Evangelio de Mateo. Nunca entendí demasiado porque Mateo se había tomado el trabajo de hacerla. Entiendo que la genealogía nos ayuda a conocer nuestros orígenes, nuestras raíces, pero esa seguidilla de nombres me solía resultar un poco aburrida e innecesaria ¿Cuál era el sentido?

A mí, sinceramente, mi genealogía no solo me aburre, sino que además no me agrada. Siempre me sentí extranjera en mi familia. Pienso muy diferente y creo que hice un recorrido alejado a lo que se esperaba de mi como primogénita. Viví mi linaje como una carga, una atadura tal vez.

Leyendo con mayor detenimiento la genealogía de Jesús, reparé en algunos personajes un tanto polémicos: Tamar había mantenido relaciones sexuales con su suegro, Rajab era trabajadora sexual, David mato a un hombre para casarse con su mujer. Entre otros y otras de quienes desconocemos sus “macanas”. ¿Qué pensaría Jesús de ellos y ellas? ¿Qué implicancia tendría para él saber de dónde venía?

Vuelvo a pensar en mis antepasados, ¿ellos y ellas me determinan? Creo que somos el fruto de lo que hemos sembrado y de lo que otros y otras han sembrado en nosotros y nosotras, inclusive, aquellos/as que no hemos conocido. Pero ¿vamos a quedarnos con eso? Me gusta esto que dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano “al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.

Así como me pasa con mi familia, también, a veces, me siento extranjera como mujer. Me incomoda y cansa ser parte de un mundo organizado y pensado por y para hombres. No siempre es fácil seguir con la lucha, sobre todo, en espacios religiosos, donde se suele recurrir al texto bíblico como pretexto para perpetuar con la opresión. No quiero más eso.

Nuevamente, leyendo más atenta, el evangelio me vuelve a sorprender. Al poner fin a la serie de nombres en la genealogía, Mateo no llama a María esposa de José, sino todo lo contrario: “José, esposo de María” (Mateo 1: 16). Hermoso ir descubriendo estas “nuevas” lecturas bíblicas. Pienso que son algo así como “guiños” que Dios nos hace a las mujeres y nos alienta para seguir adelante con nuestra lucha feminista por un mundo más justo y amoroso.

La navidad es el tiempo de la ternura de Dios hecha carne e historia viva. Historia que no fue, que no está escrita, que va siendo todo el tiempo, que la “vamos” siendo. En nosotros y nosotras, en lo personal, y, sobre todo, en lo comunitario. No estamos determinados ni determinadas por una genealogía, por historias que quisiéramos olvidar, y tampoco por una sociedad que, a veces, se vuelve cruel y nos violenta o invisibiliza.

El evangelio, Jesús, es la buena noticia de que, entre muchas otras cosas, hay esperanza en poder hacer nacer algo nuevo, mejor, en nuestras vidas y, también, para todos y todas.

Deseo que en esta navidad pueda nacer en nosotros y nosotras una nueva amorosidad, que nos lleve a relacionarnos con nosotrxs mismxs, con las personas, y con la madre tierra, con una mayor compresión, hospitalidad, cuidado y ternura.

* Natalia Morbelli. Activista feminista cristiana. Licenciada en Trabajo Social, trabaja en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Forma parte del Área de Mujeres del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos e integra el equipo de coordinación del Colectivo Sororidad y Fe y de Espiritualidad & Birra. Es miembro de la Iglesia Anabautista Menonita de Buenos Aires (IAMBA) y de la Comunidad Eclesial de Base Tinkunaku.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *