El problema no son los «planes sociales»

Por Néstor O. Míguez

Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y trampa, y en muchas codicias insensatas y dañosas, que hunden a los seres humanos en destrucción y ruina, porque el amor al dinero es la raíz de todos los males.

La Biblia. Primera carta de Pablo a Timoteo, Cap. 6:9-10[1]

Néstor O. Míguez, teólogo y pastor evangélico. Ex presidente de la Federación Argentina de Iglesia Evangélicas (FAIE)

Esa verdad bíblica se revela hoy más cierta que nunca. Tanto en nuestro país como en el mundo entero la ambición ilimitada está provocando dolor, esclavitud y muerte a miles de millones de seres humanos. Eso no se detiene ni ante el sufrimiento de los pueblos ni la devastación del mundo natural. Disfrazada con los eufemismos de «afán de lucro» o «maximización de ganancias», hoy aparece como el motivo fundamental de toda actividad económica. No produce para satisfacer la necesidad, sino para ganar dinero, y eso termina en «destrucción y ruina».

Esta codicia ha llevado a una acumulación de riqueza en poquísimas manos, como nunca en la historia mundial. Ya el profeta Isaías advertía, 28 siglos atrás: «¡Ay de los que juntan casa a casa. y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitarán solos en medio de la tierra?[2] Y Jesús llamaba a sus seguidores a no acumular riquezas en la tierra sino a repartirla a los necesitados.[3] En términos actuales, es claro que no puede haber una mayor redistribución de la renta mientras haya una creciente acumulación del capital.

La misma Biblia preveía mecanismos periódicos de redistribución, mediante el perdón de deudas y liberación de esclavos cada siete años[4], y reasignación de la tierra cada 50[5]. También señala mecanismos de cuidado para las viudas y los huérfanos, pobres y extranjeros. El problema no son los «planes sociales», sino la avaricia de los ricos y la soberbia de los poderosos.

El mundo y sus bienes son don del Creador para todas sus criaturas, para la vida digna de todos y todas, y no la propiedad intocable de los que lo explotan[6]. Contra ciertas prédicas hoy de moda nos advierte el apóstol Pablo: «Porque, hermanos, fuimos llamados a ser libres; solamente que no tengamos la libertad como ocasión para la satisfacción propia, sino para servir por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. Pero si se muerden y se devoran unos a otros, miren que también se consumirán unos a otros»[7].

El Estado y sus autoridades no han sido puestos para resguardar el afán de riquezas de los codiciosos y ni asegurar el poder de los soberbios, sino para proteger la vida de todo el pueblo, especialmente de los y las más vulnerables. Para ello cobran debidamente los impuestos[8]. Por eso quienes ejercen el gobierno, y quienes tienen parte en la actividad política del país, sin distinción de banderías, deben sentirse plena moralmente comprometidos cuando, en el ejercicio de sus facultades, requieren el aporte de quienes tienen los recursos y posibilidades de contribuir al bienestar general, de mejorar las condiciones de vida y trabajar en el ejercicio de una justicia que corrija los desbalances provocados por la codicia y la especulación que vuelve la espalda a las necesidades del prójimo.

 

[1] No pretendo citar la Biblia para imponer una visión religiosa, sino como registro de la experiencia de siglos de la humanidad y la vos de algunos de sus más iluminados profetas.

[2] La Biblia: Isaías 5:8

[3] La Biblia: Evangelio de Lucas 12: 32-34

[4] La Biblia: Deuteronomio 15

[5] La Biblia: Levíticos 25

[6] La Biblia: Salmo 24: 1-2

[7] La Biblia: Carta de Pablo a los Gálatas, 5:13-15.

[8] La Biblia: Carta de Pablo a los Romanos 13: 1-7

Un comentario en «El problema no son los «planes sociales»»

  • el 28/07/2022 a las 2:02 PM
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    Interesante y bíblico la reflexión de Miguez. La comparto. Creo que el tema más preocupante es cuando los que detentan el poder en los gobiernos o aquellos que deben velar por los más pobres, buscan poder en la riqueza que son otros.

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